SEDE SOCIAL EN GIBRALEÓN


ERMITA DEL SANTÍSIMO CRISTO DE LA GUADAÑA

HISTORIA

 

                Se dice del Cristo de la Guadaña, que se apareció sobre el siglo XVIII. Este no era una talla sino un lienzo de pintura. Aquí acudían personas no solo de la comarca sino también de sus alrededores como Portugal; estos venían a traerle limosnas en gracia por sus milagros.

 

Lienzo Stmo. Cristo Guadaña                  Nuestra capilla se encuentra en la plaza de España antes llamada plaza Calvo Sotelo, situada en el centro del pueblo frente al ayuntamiento. Dentro de esta se encuentra objetos de valor como Santa Teresita, el escudo parroquial, el cual se encontraba en un convento de monjes; también esta su segundo simpecado, y un cuadro del Cristo de la Guadaña, en el cual representa la muerte, y a los pies del Cristo hay una guadaña y carabelas y al fondo nubes tormentosas junto con el sol y la luna. Una breve historia de cómo surgió la edificación de la ermita del Cristo de la Guadaña. Para ello nos remontamos al siglo XVIII. En Gibraleón, en una de sus plazas, que se llamaba Vieja, se hallaba situada una carnicería donde se contaba que había aparecido un cristo. Dicho cristo se rodeo de una gran devoción, por parte de los habitantes del pueblo. La imagen de este cristo era crucificado con una imagen de una muerte a sus pies con una guadaña en la mano y un letrero que decía: Mira que te mira DIOS. Fue un cristo muy venerado por ser piadoso y milagroso lo que hace los devotos y en especial el sacerdote Don José Vicente Pizarro se dedico a recoger limosnas y entre los habitantes del pueblo.

 

                La carnicería fue trasladada a otro lugar y el señor Arzobispo de Sevilla otorga la licencia para construir una ermita en este sitio para veneración del Señor de la guadaña. Junto a este altar se hacen otros dos, una para Ntra. Señora de la concepción y otro para San José. Tras la aparición el cristo cobro una gran fama de milagroso ya que venían a ver al cristo gente de la comarca  y aun de Portugal,  para favorecer y dar gracia por los favores recibidos. Pero cuando más venia gente era en feria y también en peregrinación a la ermita.

 

                La iglesia del cristo de la Guadaña se edifico a mediados del siglo XVIII, gracias a Don José Vicente Pizarro que  consiguió el traslado de la carnicería, la cesión del terreno y la licencias para pedir limosna y construir la capilla, por Arzobispo: la primera licencia en Febrero de 1756 y la segunda licencia en Julio de 1758. Mientras  que se hacían estas obras, la imagen del Cristo fue trasladada a la iglesia de San Juan  Bautista donde allí seguían viniendo mucha gente por su devoción. En 1769 se terminó la ermita y el cristo fue  otra vez a su lugar de aparición. Don José Vicente Pizarro se convirtió en el administrador y con ese cargo estuvo hasta su muerte que fue en el 1779; pero Don Francisco Tadeo Pizarro cogió el cargo de su primo y en el 1785 obtuvo el relato de administrador de la ermita. Él siguió recogiendo limosnas para la terminación de la ermita. Don José Vicente Pizarro cuando murió, en la erección de la capilla  y en la promoción del culto a su titular llegando e ser el fundador de la ermita porque él había trabajado  en ella y pago parte de las rentas. Tras  todo esto hubo un intento de patrimonio  por la familia Pizarro por  ser el encargado de la administración  de la ermita.  También  dos hijos de don Francisco Tadeo  iban a rezar el rosario todas la noches  acompañado de más fieles En Julio de 1787, don Pedro Bueno Beltrán  sancionaba la veracidad  de los escritos de los administradores en relación con la imagen y la devoción.

               

                A mediados del 1795  tubo  como consecuencia el cierre  temporal de la ermita porque hubo un conflicto entre el vicario y los administradores de la capilla en los tribunales arzobispales, algunos vecinos se quejaron al arzobispo por la actitud del vicario y quería la apertura de la ermita. Hoy día  no sabemos lo que pasó al final del asunto; advirtieron al vicario y curas para que supiesen lo sucedido. El padre Diego José de Cádiz siguió recomendando el rezo del rosario por la devoción al cristo.

 

                 Actualmente tenemos poca información de la advocación del siglo XIX; solo hay unos escritos  que nos habla  de fundación de una hermandad en torno a una imagen con propiedades rusticas considerables (en torno a 1836-1843 poseía unas propiedades 28’59 Has por un lado, y 26’76 Has por otro), las cuales eran el resultado de donaciones y legados recibidos. Hacia 1909 Amador de los Ríos recoge en su catalogo de los monumentos históricos y artísticos de la provincia de Huelva  las carencias de valor histórico y artístico de la ermita del Cristo de la Guadaña aunque reflejaba la fama de milagroso que tenia este Señor. El golpe definitivo vendría por los acontecimientos que tuvieron lugar durante los primeros días de la Guerra Civil: la capilla fue saqueada, destrozándose, según recoge Ordóñez Márquez, la imagen del titular tres retablos antiquísimo de gran valor. En la actualidad solo pervive en la población  el recuerdo vago de un cristo con fama de milagroso muy venerado por sus antepasados, advocación  que sigue teniendo como soporte material un lienzo que preside en el altar mayor de la ermita y un retablo en azulejos idénticos colocado en la fachada lateral de la misma posteriores a 1936. Al día de hoy la capilla sigue llamándose oficial y popularmente del Stmo. Cristo  de la Guadaña. Tras la Guerra la Ermita paso a ser sede oficial de la Hermandad del Rocío de Gibraleón. El auge en la villa de la devoción por la advocación mariana almonteña quedo polarizada ahora en la Ermita del Stmo. Cristo de la Guadaña

 

                La ermita se edifico a mediado del siglo XVII, como no podía ser de otro modo en el mismo lugar de aparición del cristo de la guadaña, es decir, sobre el solar de la carnicería de la villa donde probablemente se encontraba la imagen. Este cambio de ubicación fue motivado por hallarse el cristo en un lugar tan inmundo y extraviarse las limosnas que los fieles traían para el culto del señor de la guadaña. La ermita se levanto en la plaza mayor de la villa actualmente conocida como la Plaza España, lo que no suele resultar muy frecuente en las ermitas devocionales, ya que esta generalmente se construyen fuera de las localidades o en despoblados, es decir, donde normalmente se produce las apariciones.

                                              

                Hay que destacar la importancia mayúscula de la ermita que construyera en el centro de la localidad, hoy en día se encuentra en el centro neurálgico de Gibraleón, hecho importante para las continuas devociones que en dicha ermita se manifiesta, tanto por la devoción al cristo de la guadaña, o como por la santísima Virgen del Rocío.

 

DESCRIPCIÓN

 

                La ermita está construida en una sola nave, data de 1769 y como tales construcciones arquitectónicas está realizada en una sola planta central de 8 metros de ancho pro 14 metros de largo, con un cuerpo de entrada de menor Ermita antes de restaurarse altura y dos habitaciones contiguas propias de la misma ermita. Su construcción está realizada en adobe propio de la época. La primera impresión que nos causa en su arquitectura es la búsqueda de un simbolismo clásico por medio de geometrías puras, realizándose una construcción simétrica, donde hay un efecto de solidez y permanencia en el tiempo, obteniendo un carácter de solidez y rigidez en la construcción.

 

                En la cubierta exterior hay entre otros elementos la bóveda rematada por tejas, las cuales en la actualidad presentan un estado nefasto por el paso del tiempo y que son signos visibles exteriores e interiores de la importancia de su restauración, dado que la permeabilidad de toda la ermita y en gran medida el estado de conservación de la misma sen alterados pro este motivo. De ahí depende la conservación de uno de los patrimonios olontenses y de la provincia más importante. Dicha bóveda está remata por una linterna ciega de carácter decorativo rematada por una veleta de forja y que sin duda dan a la ermita un carácter solemne. Otros elementos exteriores son seis pináculos de gran belleza arquitectónica que rematan la ermita con formas clásicas y situados simétricamente tres a tres en ambos lados de la misma. También nos encontramos en la parte posterior de la ermita un friso triangular en la parte posterior de la bóveda y que sin duda son un claro ejemplo de los elementos decorativos de esa época arquitectónica. Lo que sin duda marca un carácter de ermita a la misma es un signo clave desde el exterior es su magnifica espadaña con frontón roto, construcción típica de esta época, con un marcado estilo griego. Tiene unas dimensiones de un 1.80 metros de ancho por 2 metros de alto. Dicha espadaña de un solo ojo alberga en él una espléndida campana de bronce de la misma época de la fundación de la ermita. En los laterales exteriores de la ermita hay sendos ventanales que se correspondes perfectamente con las capillas laterales interiores donde también existen vidrieras con la misma finalidad anterior de proporcionar luz al interior de la ermita. En la fachada lateral existen dos mosaicos en azulejos, uno que se describirá posteriormente del Stmo. Cristo de la Guadaña y otro de la Stma. Virgen del Roció fechados sobre 1936.

 

 

                Desde el exterior también destaca en el frontal de la ermita una vidriera que da luz al interior de la misma que sin duda dota de una claridad especial al templo. A su vez destaca una impresionante cancela de forja que da entrada a un primer cuerpo de la ermita para dar paso a la entrada principal flanqueada por una impresionante puerta de madera de la época. En el exterior dos ventanas dejan ver dos habitaciones contiguas a la ermita en la parte delantera de la misma. A  un lado resalta un mosaico de la Stma. Virgen del Rocío de medianas dimensiones posteriores a 1936. La entrada de la ermita se realiza o bien por una gran puerta lateral de forja que se abre solo en ocasiones excepcionales o generalmente por la puerta principal de forja anteriormente descrita y que da acceso a un cuerpo de menor altura de la propia ermita destacando en él una pequeña cúpula formada por cuatro arcos que emanan de las cuatro esquinas del mencionado cuerpo.

 

                En el interior de la ermita nos encontramos con una magnifica nave de salón, con formas sencillas propias del estilo, sus grandes muros en forma de columnas que sustentan toda la construcción y decoradas a estilo clásico en la parte más elevada con remates en forma de capiteles por medio de molduras de diferente espesor dan sensación de solidez a las ermita.

 

                En el centro superior de la nave nos encontramos con su inmensa cúpula que en materia arquitectónica tiene al igual que casi todo el conjunto de la ermita descrita un valor tanto histórico como patrimonial muy importante y es que se trata de una cúpula vaída seccionada en los laterales al igual que la cúpula de la catedral de Jaén, dichas secciones se realizan para abrir los huecos pertinentes para la entrada de luz al templo colocándose sendas vidrieras que decoran la misma. La cúpula esta apoya da sobre pecinas ya su vez la bóveda también se sustenta por dos arcos centrales de medio punto que recorren la bóveda de lado a lado. Dadas estas características evidentes de una arquitectura andaluza de estilo Neoclásico propio de la época de su construcción.

 

                Al entrar en la ermita podemos ver en primer lugar el altar principal presidido, bajo un espléndido arco decorativo, un lienzo del titular de la ermita el Stmo. Cristo  de la Guadaña. También nos  podemos encontrar en el mismo frontal que destaca el segundo simpecado de la Real e Ilustre Hermandad de Ntra. Sra. Del Rocío de Gibraleón que data de 196,a su lado el tercer simpecado de 1977 y a la derecha un cuadro con la primera bandera de la Hermandad con el escudo de Gibraleón bordado en oro, que data de 1941. En los laterales de la ermita se encuentran dos capillas auxiliares de 1 metro de ancho por un metro de profundidad y rematadas en lo alto por un solo arco de medio punto y que albergan en dos de ellas enseres de la propia Hermandad como el escudo eclesiástico de la villa de Gibraleón y la escultura de Santa Teresita de Jesús. Lo que sin duda más destaca de estas cuatro capillas son las vidrieras superiores que dan al exterior y que dan luz a la nave que describimos. En la parte anterior de la ermita está la vidriera de luz anterior descrita, también la puerta de entrada de grandes dimensiones de la época. En ambos lados de la puerta se accede a las habitaciones o capillas auxiliares donde destacan al igual que en la nave de entrada los arcos formando una pequeña cúpula.

 

                Desde lo alto de la cúpula cuelga una gran lámpara de forja al igual que en los laterales de la misma iluminan en la actualidad artificialmente la misma. Debido a las diferentes reformas y al paso del tiempo, así como a los diferentes acontecimientos históricos, esta ermita presenta algunas modificaciones y cambios, aunque en ella permanece sin lugar a dudas su encanto y solemnidad original.

 

LA ERMITA EN LOS LIBROS DE HISTORIA

 

                El presente escrito trata de los aspectos históricos de una ermita de una población onubense y de las tierras de su entorno, en relación con una peculiar advocación desde su momento de mayor pujanza, en la segunda mitad del siglo XVIII, hasta nuestra centuria.

 

                A continuación se muestra un grabado del S. XVIII, según el diccionario geográfico de D. Tomás López y redactado por el párroco de la localidad D. Pedro Bueno Beltrán el 15 de Julio de 1.787, y donde se aprecia con el número cuatro la situación de la ermita del Santísimo Cristo de la Guadaña en el Gibraleón de aquella época, demostrando todo lo anteriormente redactado y la necesidad de recuperar patrimonialmente una construcción Plano Gibraleón del S. XVIII arquitectónica tan importante. Nos referimos a la ermita del Santísimo Cristo de la Guadaña y a la extendida devoción hacia el Cristo de la Guadaña en la villa de Gibraleón y su comarca.

 

                Diferentes autores han constatado la primacía de la Virgen y los santos sobre las advocaciones cristíferas y pasionistas en el reparto de la religiosidad de la Baja Andalucía y aún de la Alta o en los territorios hispanos del Nuevo Mundo a lo largo del Antiguo Régimen. De igual modo, Lara Ródenas y González Cruz han comprobado la existencia de esta realidad en las tierras de Huelva durante toda la Edad Moderna. En este contexto, la aparición de ermitas de grandes devociones a imágenes de Cristo cobra un especial interés, dado lo inusual del fenómeno.

 

                El estudio de diferentes documentos de la época pone de relieve la preeminencia que en la comarca de Gibraleón obtuvo la ermita del Señor de la Guadaña en el siglo XVIII. El origen de la construcción de la ermita consta en diferentes memoriales y peticiones que los administradores de la ermita de esta advocación olontense y otros vecinos de la villa dirigieron al arzobispo y a su provisor y vicario general, en Gibraleón se veneraba a mediados del siglo XVIII una  imagen pintada de un crucificado con el título de Cristo de la Guadaña encontrándonos ante la primera originalidad, pues se trataba de una pintura y no de una talla, algo no demasiado frecuente por estas tierras.

 

                El Señor, según decía 1a leyenda, fue aparecido en las carnicerías públicas de la localidad. Si bien ésta se reduce a la indicación del lugar donde prodigiosamente fue hallada la imagen, lo insólito del mismo hace que su invención sea muy diferente del codificado y tópico aparato legendario creado en torno al origen de las principales imágenes de devoción de la actual provincia de Huelva, casi exclusivamente  marianas además. El Cristo cobró fama de milagroso, extendiéndose la devoción por todos los pueblos  de la comarca de ella, Gibraleón, y aun del Reino de Portugal. Tanto es así, que no transcurrían tres o cuatro días sin que acudiesen familias foráneas ante la imagen a implorar gracias o a ofrecer sacrificios y limosnas por los favores recibidos. La mayor afluencia de estos devotos tenía lugar durante los días de feria, en tomo al 18 de octubre, confirmándose de este modo la tradicional coincidencia cronológica y espacial entre fiesta religiosa y feria comercial, si entendemos la primera en este caso como peregrinación masiva a la ermita. Intercambios comerciales y concurrencia de fieles ante el Señor componían un escenario común, la plaza mayor de la población, lugar donde, como veremos, se erigió su ermita. La ermita de la que pasaría a ser titular el Cristo de la Guadaña se edificó a mediados del siglo XVIII, como no podía ser de otro modo, en el mismo lugar de su aparición, es decir, sobre el solar de las carnicerías de la villa, donde primitivamente se encontraba la imagen.

 

                Este cambio de ubicación fue motivado, según se indica en la documentación, por hallarse el Señor en un lugar tan inmundo y extraviarse las limosnas que los fieles traían para el culto del Señor de la Guadaña.

 

                Fue así que los eclesiásticos de Gibraleón diputaron a un presbítero llamado don José Vicente Pizarro para que recogiese las limosnas que había de emplearse con tal fin. Éste así lo hizo, y consiguió del cabildo el traslado de las carnicerías y la cesión del terreno; del mismo modo, obtuvo las correspondientes licencias para pedir limosna y fabricar la ermita del provisor del Arzobispado y del propio arzobispo, fechadas en febrero de 1756, la primera, y en julio Ermita antigua de 1758, la segunda. Durante el transcurso de las obras, la imagen fue trasladada a la iglesia parroquial de San Juan Bautista, muy cercana a la futura ermita, donde seguía recibiendo continuas muestras de la devoción popular. En abril de 1769 se concluía la misma, siendo bendecida y habilitada para celebrar misa en ella, y el Cristo volvía al lugar de su aparición, convertido ahora en templo.

 

                La primera descripción de éste nos la ofrece el mismo don José Vicente Pizarro. "oy se halla finalizado con el maior primor y suntuosidad que cave en aquel pays, y en él una primorosa sacristía (...)". Fruto de una leyenda de invención inusual, resultó un emplazamiento igualmente atípico: la ermita se levantó en la plaza mayor de la villa, centro neurálgico de la misma, lo que no suele resultar muy frecuente en las ermitas devocionales, las cuales generalmente se construyen en las afueras de las localidades o en despoblado, es decir, donde casi siempre se produce la hierofanía.

 

                Hay que destacar la importancia mayúscula del hecho de que la ermita se construyera en el centro de la localidad, hoy en día está enclavada en el centro neurálgico de Gibraleón, hecho importantísimo para las continuas devociones que en dicha ermita se manifiestan, tanto por la devoción  al Señor de la Guadaña como por la Santísima Virgen del Rocío. La ermita está construida en una sola nave, data del año 1.769 y como tales construcciones arquitectónicas del S. XVIII tienen las características propias de aquella época, donde se produjo una vuelta a lo clásico en contraposición al Barroco de la época anterior.

 

                La ermita de carácter claramente Neoclásico presenta los signos exteriores más evidentes de dichas construcciones arquitectónicas, está realizada en una sola planta central de ocho metros de ancho por catorce metros de largo, con un cuerpo de entrada de menor altura y dos habitaciones contiguas propias de la misma ermita, destacando notablemente de las edificaciones colindantes y manteniendo hoy en día, sin duda, uno de los enclaves más privilegiados del Gibraleón de nuestros tiempos. Su construcción esta realizada en adobe propio de la época. La primera impresión que nos causa su visión en su arquitectura es la búsqueda de un simbolismo clásico por medio de geometrías puras, realizándose una construcción simétrica, donde hay un efecto de solidez y permanencia en el tiempo, dando un carácter de solemnidad y rigidez a la construcción. Dadas estas características denota una clara evidencia de que corresponde a una arquitectura andaluza de estilo marcadamente Neoclásico propio de la época de su construcción.

 

                En la cubierta exterior hay entre otros elementos la bóveda rematada por tejas, las cuales en la actualidad presentan un estado nefasto por el paso del tiempo y que son signos visibles exteriores e interiores de la importancia de su restauración, dado que la permeabilidad de toda la ermita y en gran medida el estado de conservación de la misma se ven alterados por este motivo. De ahí depende la conservación de uno de los patrimonios olontenses y de la provincia más importante. Dicha bóveda esta rematada por una linterna ciega de carácter decorativo rematada por una veleta de forja y que sin duda dan a la ermita un marcado carácter solemne.

 

                Otros elementos exteriores son seis pináculos de gran belleza arquitectónica que rematan la ermita con formas clásicas y situados simétricamente tres a tres en ambos lados de la misma. También nos encontramos en la parte Azulejo lateral Cristo Guadaña posterior de la ermita un friso triangular en la parte posterior de la bóveda y que sin duda son un claro ejemplo de los elementos decorativos de esa época arquitectónica

 

                Lo que sin duda marca un carácter de ermita a la misma y es un signo clave desde el exterior es su magnifica espadaña con frontón roto, construcción típica de esta época, con un marcado estilo griego. Tiene unas dimensiones de un metro ochenta centímetros de ancho por dos metros de alto. Dicha espadaña de un solo ojo alberga en el una espléndida campana de bronce de la misma época de la fundación de la ermita.

 

                En los laterales exteriores de la ermita hay sendos ventanales   que se corresponden perfectamente con las dos capillas laterales interiores donde también existen vidrieras con la misma finalidad anterior de proporcionar luz al interior de la ermita. En la fachada lateral existen dos mosaicos en azulejo, uno que se describirá  posteriormente del Stmo. Cristo de la Guadaña y otro de la Stma. Virgen del Rocío fechados sobre1.936. Desde el exterior también destaca en el frontal de la ermita una vidriera que da luz al interior de la misma y que sin duda dota de una claridad especial al templo. A su vez destaca una impresionante cancela de forja que da entrada a un primer cuerpo de la ermita para dar paso a la entrada principal flanqueada por una impresionante puerta de madera de la época. En el exterior dos ventanas dejan ver dos habitaciones contiguas a la ermita en la parte delantera de la misma. A un lado resalta un mosaico de la Stma. Virgen del Rocío de medianas dimensiones posterior a 1936.

 

                La entrada a la ermita se realiza o bien por una gran puerta lateral de forja que se abre solo en algunas ocasiones o generalmente por la puerta principal de forja anteriormente descrita y que da acceso a un cuerpo de menor altura de la propia ermita destacando en el una pequeña cúpula formada por cuatro arcos que emanan de las cuatro esquinas del mencionado cuerpo.

 

                En el interior de la ermita nos encontramos con una magnifica nave de salón, con formas sencillas propias del estilo. Sus grandes muros a forma de columnas que sustentan toda la construcción y decorados a estilo clásico en la parte más elevada con remates en forma de capiteles por medio de molduras de diferente espesor dan sensación de solidez a la ermita.

                Al entrar en la misma vemos en primer lugar el altar principal presidiendo, bajo un espléndido arco decorativo, un lienzo del titular de la ermita el Stmo. Cristo de la Guadaña.  A continuación en el mismo frontal destacan el segundo Simpecado de la Real e Ilustre Hermandad de Ntra. Sra. del Rocío de Gibraleón que data de 1.966, a su lado el tercer Simpecado de 1.977 y a la derecha un cuadro con la primera bandera de la hermandad con el escudo de Gibraleón bordado en oro y que data sobre 1.941.

 

                               En los laterales de la ermita se encuentran dos capillas auxiliares por lateral de un metro de ancho y un metro de profundidad y rematadas en lo alto por  un solo arco de medio punto y que albergan en dos de ellas enseres de la propia hermandad, el escudo eclesiástico de la villa de Gibraleón en otra de ellas y en la otra una escultura muy venerada de Santa Teresita de Jesús. Lo que sin duda más destaca de estas cuatro capillas son las vidrieras superiores que dan al exterior y que dan luz a la nave que describimos.

 

                En la parte anterior de la ermita está la vidriera de luz anteriormente descrita, también la puerta de entrada de grandes dimensiones de la época. En ambos lados de la puerta se accede a las habitaciones o capillas auxiliares donde destacan al igual que en la nave de entrada los arcos formando una pequeña cúpula.

 

                En el centro superior de la nave nos encontramos con su inmensa cúpula que en materia arquitectónica tiene al igual que casi todo el conjunto de la ermita descrita un Azulejo latera Virgen del Rocío valor tanto histórico como patrimonial muy importante, y es que es se trata de una cúpula vaida seccionada en los laterales al igual que la de la Catedral de Jaén, dicha secciones se realizaron para abrir los huecos pertinentes para la entrada de luz al templo colocándoles sendas vidrieras que decoran la misma.

               

                La cúpula esta apoyada sobre pechinas y a su vez la bóveda también se sustenta por dos arcos centrales de medio punto que recorren la bóveda de lado a lado. Desde lo alto de la cúpula cuelga una gran lámpara de forja al igual que en los laterales de la misma iluminan en la actualidad artificialmente la misma.

 

                Finalizada la ermita que hemos descrito con anterioridad Don José Vicente Pizarro consiguió permiso del arzobispo para proseguir con la recolección de limosnas que los devotos ofrecían al Señor, con lo que venía a convertirse de derecho en el administrador de su fábrica, tarea que desempeñó hasta su muerte en 1779.

 

                En la práctica, el cuidado y control de ella pasó desde entonces a manos de un primo del finado llamado don Francisco Tadeo Pizarro, vecino de Gibraleón también, quien en 1785 obtuvo del prelado su reconocimiento como administrador de la ermita, así como la licencia para recoger  limosnas destinadas a la terminación de esta, sin duda se trataría de exorno del nuevo templo. En sus escritos este individuo magnificada el papel que su difunto primo había jugado en la erección de la ermita y en la promoción del culto a  su titular, llegando a considerarlo fundador virtual de la misma: había coordinado las gestiones encaminadas a su edificación y, según él, contribuyó con parte de las rentas de sus capellanías para este fin,  amén de  haber continuado costeando la ornamentación de la ermita en los años siguientes. En definitiva, todo parece apuntar a un intento de patrimonialización del cargo de administrador de la ermita protagonizado por los Pizarro, familia preeminente de la Villa, toda vez que el incremento de la devoción a la imagen habría de traducirse en donaciones de bienes y dinero cuyo control resulta bastante apetecible.

 

                Sabemos, además, que los hijos de D. Francisco Tadeo ordenados de menores acudían todas las noches a rezar el rosario delante del Cristo de la Guadaña en compañía de otros fieles que concurrían, con lo que se fomentaba el culto hacia la advocación

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                En las respuestas que en Julio de mil setecientos ochenta y siete, dio el vicario de Gibraleón, D. Pedro Bueno Beltrán, al interrogatorio enviado por el geógrafo real Tomás López se sancionada la veracidad de todo lo  extractado en los escritos de los administradores en relación con la imagen y la devoción hacia esta, salvando la intencionada exageración acerca del absoluto protagonismo que el segundo administrador se concedía a sí mismo y a su predecesor en el cargo. A la vez, que en ellas su autor ofrecería una descripción iconográfica más detallada del Cristo y de la propia ermita, en la que se refería la existencia de dos imágenes más, ubicadas en sendos altares: una de San José y otra de la Virgen de la Concepción, devociones muy propias de la zona por estas fechas.

 

                “Igualmente, en la carnicería de este pueblo, que se halla casi en los medios de el, y en una de sus plazas, que se llama Feria vieja, en el mismo tajo donde ese reparte la carne, en la pared  inmediata, estaba un crucifijo con el título del señor de la Guadaña, por poner a los pies de su cruz una muerte, con la guadaña en la mano y un letrero que decía: Mira, que te mira Dios.  Y el Señor es tradición inveterada, fue allí aparecido; y por esta razón todos tenían Ermita despues de restauración gran devoción a su divina majestad, mostrándose el Señor  tan piadoso en hacer tantos y tan repetidos milagros, que movió el celo de los devotos, y en especial el de un eclesiástico sacerdote llamado D. José Vicente Pizarro. Se dedico a recoger limosna, y, pidiendo licencia a este cabildo para trasladarse dicha carnicería otra parte, pues allí determinaba hacer ermita para que con más decencia fuese su majestad más bien adorada, cuya licencia inmediatamente la consiguió de dicho cabildo, y, conseguido igualmente licencia para fabricar dicha Ermita del Excmo. Sr. arzobispo de Sevilla, empezó su obra en el mismo paraje o sitio, expensas sólo de las continuas limosnas que contribuían los devotos y favorecidos. Seha hecho una ermita muy preciosa de bóveda, en donde está el señor con mucha decencia, y otros dos altares de nuestra Señora de la Concepción y el patriarca señor San José, de forma que es un relicario visitado y venerado no sólo de los moradores de esta villa, sino de los demás pueblos y ciudades que tienen noticias de los milagros que el señor obra por su infinita misericordia”.

 

                Años más tarde, las relaciones entre los administradores de la ermita y el mencionado vicario se deterioraban, dando lugar a un conflicto que terminó en los tribunales arzobispales a mediados de mil setecientos noventa y cinco. Ambas partes mantenían un pleito cuyos motivos no aparecen claros, pero que tuvo como consecuencia un cierre temporal de la ermita por parte de este último, al parecer como venganza. El acontecimiento causó gran escándalo en la población, así como la queja formal de diecisiete vecinos ante el arzobispo: éstos censuran la actitud del vicario y solicitaban la reapertura del templo, a la par que alababan la gestión de los Pizarro al frente del mismo. Desconocemos en que quedó el asunto, aunque nos consta que el prelado comisionó al vicario y curas de Huelva para que, yendo a Gibraleón, tomasen cuentas de lo sucedido y remitiesen los informes oportunos. Al hilo del litigio, se hacía alusión a las devociones que diariamente se ejercitarán en la ermita; continuaba el rezo del rosario, se introducía en  del trisagio, por recomendación del padre Diego José de Cádiz, y se mencionaba, además, unas imprecisas devociones.

 

                En el siglo XIX, algunos datos nos indican la fundación de una hermandad en la ermita del Santísimo Cristo de la Guadaña en torno a la imagen dotada de unas propiedades rústicas considerables, las cuales eran el resultado de Inauguración restauración Ermita las constantes donaciones y legados que iría recibiendo la misma.

 

                Tras la guerra, la ermita pasó a ser sede de la Hermandad de Nuestra Señora del Rocío de Gibraleón, no dejando de peregrinar a la ermita muchos devotos. El auge en la villa de la devoción por la advocación mariana almonteña polarizada ahora en la ermita del Cristo de la Guadaña, sumado a la pujanza de otro crucificado olontense, el Señor de la Sangre, esta vez de talla, no han diluido la primitiva devoción que en la actualidad pervive junto a un peregrinar constante a la ermita de este Cristo con fama de milagroso muy venerado por sus antepasados.

 

                A la vez esta vieja advocación continúa teniendo soporte material en un lienzo que preside el altar mayor de la ermita y en un retablo en azulejos idéntico colocado en la fachada lateral de la misma. En ambos se nos muestra a un crucificado de cuyas clavadas manos brotan sendos regueros de sangre, con una muerte con la Guadaña a los pies, a diestra y siniestra el sol y la luna rodeados por nubes de tormenta y de fondo la ciudad de Jerusalén. Añádase que al día de hoy la ermita sigue denominándose oficial y popularmente del Santísimo Cristo de la Guadaña.

 

                De este modo, ermita en pleno centro de la localidad en vez de en las afueras o en despoblado, advocación cristífera y no mariana, pintura en lugar de talla e inusual leyenda de aparición configuran una devoción en una ermita andaluza de carácter atípico en estas tierras, y es ahí precisamente donde radica su gran importancia, puesto que es su análisis nos sirve para matizar algunos de los aspectos ofrecidos hasta ahora en los estudios sobre construcciones en monumentos históricos y artísticos de la provincia de Huelva.

 

EN LA ACTUALIDAD

Tras el paso del tiempo y el normal deterioro de la misma a comienzos del Siglo XXI se emprende la restauración de la Ermita tras el proceso que duró desde agosto a diciembre del 2001.  En el año 2002 se cerró el proceso restaurador de la Ermita llevado a cabo por la Real e Ilustre Hermandad de Nuestra Señora del Rocío de Gibraleón con la colaboración del Ayuntamiento. El acto de inauguración de la restauración se desarrolló el día 20 de Enero del 2002 en un magnifico ambiente rociero con la presencia del Ayuntamiento de Gibraleón, de la Junta de Gobierno de la Hermandad, de gran parte de otras hermandades rocieras del entorno olontense y del Presidente de la Pontificia, Real e Ilustre Hermandad Matriz de Nuestra Señora del Rocío de Almonte, Pedro Rodríguez Villa.

 

                Tras la bendición del cura-párroco se puso el punto y final con la entrada del Simpecado en la Ermita entre vítores a la Blanca Paloma y el canto de la Salve Rociera, a cargo del Coro rociero de la Hermandad